top of page

Huésped

  • Foto del escritor: MOKA
    MOKA
  • 8 jun
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 jun

Una mujer con los ojos llenos de esperanzas, traía en sus brazos un pequeño sol y en el corazón una maleta rebosante de sueños, ternura y ganas de construir algo nuevo.

Al principio creyó que ese lugar sería su refugio, porque las paredes prometían abrigo, las ventanas daban al jardín y la luz entregaba claridad.

Pero con el tiempo, la casa cambió. El aire se volvió denso, cargado de sombras y silencios punzantes. Las puertas rechinaban al cerrarse detrás de ella, y las habitaciones, que antes la abrazaban, ahora la repelían. La casa la hizo sentir en el lugar más oscuro de la habitación; cada palabra era un eco vacío que se perdía en el corredor. Cuando hablaba de su dolor, se escuchaban murmullos burlones y a veces, silencios filosos. Llorar no era una opción.

Las decisiones se tomaban sin su voz. Objetos nuevos llegaban como intrusos, sin pensar en ella; incluso a la pequeña hija del sol fue tratada como una visitante temporal, nunca como parte del paisaje.

Y así, la mujer dejó de sentirse habitante. Se convirtió en una huésped invisible, una que camina de puntillas, que mide sus palabras, que calma tormentas ajenas mientras lleva un huracán dentro.

Por las noches, cuando la casa dormía, ella se preguntaba en qué momento dejó de ser bienvenida. Esa pregunta era un golpe seco en el pecho, un vacío frío que se instalaba sin permiso.

Pero también, en esas mismas noches, comenzaba a crecer una semilla resistente, la semilla de un nuevo jardín. Un jardín sin silencios crueles, un rincón propio donde ella y sus florecillas pudieran sentirse libres, sin miedo a ser ellas mismas.

Aún no sabía cuándo florecería ese jardín, pero lo regaba cada día con su fuerza, su constancia y, sobre todo, su esperanza.

Aprendió que, a pesar del dolor y la invisibilidad, en el fondo, con un volumen bajito, de escucha una canción. Y ella aprendió a bailarla en cada rincón de la casa, a moverse entre sombras y silencios, no porque quiera quedarse ahí para siempre, sino porque sabe que para seguir, primero debe aprender a bailar bajo la lluvia.

Porque ella sabía que no nació para vivir como huésped; nació para habitarse, para ser hogar.

ree

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


  • Icono social Twitter

Gracias totales!

MOKA 

bottom of page