top of page

Campana

  • Foto del escritor: MOKA
    MOKA
  • 5 nov 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 8 jun

Estábamos en una hoguera. El fuego brillaba en medio de nosotros y se alimentaba de todo lo que le dábamos. Algunos aportaban ramas secas y hojas que desprendían. Encendí un cigarrillo mientras todos nos turnábamos para contar cuentos y cantar canciones. Algunos jugueteaban con la tristeza, otros solo narraban historias. Era mi turno de contar la mía, pero no me atreví. Me enojé conmigo misma porque la terquedad me estaba dando una lección enorme. Es irónico, pero encendí un cigarro para encontrar calma.

La realidad es que no estoy en una hoguera, y su resplandor no es agradable. Es solo lo que imagino a veces cuando estoy en esta sala fría, enorme, de color blanco. Se siente la desdicha del lugar. Hay varias personas, y todos tenemos la misma enfermedad. Observo todo con atención mientras estoy sentada en una camilla, en un proceso intravenoso que durará unas cuantas horas. Veo a personas de diferentes edades, varias revistas de superación y, en la televisión, el estúpido canal de noticias donde solo pasan cosas desagradables de este país.

Nadie sabe que tengo una enfermedad con tan poca posibilidad de cura, ni todo el procedimiento que debo seguir, mucho menos el dolor que he sentido todo este tiempo. Honestamente, prefiero que siga siendo así.

Frente a mí hay un niño de aproximadamente seis años, sus padres lo acompañan tomándolo de la mano. Está muy delgado, sin cabello, decaído. Su papá toca la guitarra y canta canciones alegres. Hoy por la mañana escuché rumores de que ya no podían hacer nada por él, así que parece que sus padres están disfrutando cada segundo a su lado.

Por otro lado, está Doña Luisa, que se ve muy alegre mientras le hacen su último procedimiento. Todos sus hijos están felices porque la enfermedad ha llegado a su fin. Escucho que hacen planes para hacer un largo viaje con ella.

Al lado mío, una niña tocó la campana, señal de que venció esta enfermedad. Esa campana está en medio de la sala, intimidante, y no me deja concentrar en lo importante que es este proceso. Es grande, llamativa, brillante. Todos sabemos cuál es su objetivo. Los que estamos en esta sala la miramos con mucha ilusión; nos brillan los ojos. A veces nos entristece porque no sabemos si la haremos sonar.

Mientras estoy en este proceso, experimento una mezcla de sentimientos profundos, pero mantengo un total positivismo de salir de esto. Me siento orgullosa de todo lo que he hecho en mi vida. Esta es solo una prueba más de lo que puedo superar.

De nuevo, estoy en esta sala, ahora con menos gente. Ya no está el niño ni Doña Luisa. Hoy otra persona tocó la campana; todos aplauden, lloran, sonríen y le entregan regalos. Yo me siento incómoda. No sé si es envidia, tristeza o enojo, pero no me hace feliz que alguien toque esa maldita campana tan ruidosa. La gente se pone escandalosa y no me dejan estar en paz.

Hoy me siento más débil de lo normal. Mi cabello cae cada vez más, estoy demasiado delgada, ni siquiera puedo identificar el color de mi piel. Estoy harta.

Maldito brillo, maldito color, maldito ruido, maldita campana. Desde este ángulo no puedo dejar de verte. Tu brillo se cala en mis ojos y llega hasta lo más profundo de mi alma, deseando tocarte y hacer el más grande escándalo, aunque sé que nadie aplaudirá, nadie celebrará conmigo, nadie hará planes para un viaje. Pero mi alma gozará, y eso es justamente lo que necesito.

Maldita, maldita seas campana. De tanto odio que te guardo dentro, también tienes un deseo inexplicable: unas ganas de tocarte y largarme de este lugar de una vez por todas.

En este día apenas logro verte. Me duermo por momentos mientras estoy en este proceso infinito. Me duele cada aguja, cada gota que entra a mi cuerpo. Luego despierto por tu absurdo brillo. Sueño que al despertar estés únicamente para mí, lista para hacer el ruido más fuerte que golpee las ventanas.

Quiero salir corriendo de aquí, tirarme en la grama, ver el cielo despejado, abrazar a todas las personas que amo, comer un helado enorme de chocolate, vestir el más lindo vestido, tener un hermoso cabello largo y poder peinarlo. Pero lo que más deseo es respirar bien, sentir cómo el aire entra y sale sin complicaciones, verme frente al espejo y ver mis mejillas de color rosa, el brillo de mis ojos que hacen juego con mi sonrisa.

Se me va el tiempo y la vida misma pensando en lo que quisiera. Pero mi realidad es otra.

Apenas pude venir a este lugar, apenas tuve el valor de contarles a todos sobre este proceso. No tuve fuerzas para afrontar este ciclo. Mi mente se quebró y mi cuerpo se agota cada vez más.

Campana mía, estoy muy segura de que me quedaré con las ganas de hacerte sonar. Nunca entenderé por qué la gente aplaude ese absurdo sonido. Esta combinación de nostalgia y miedo envuelve mi cabeza y me es imposible controlar.

Es tan irónico que a estas alturas, lo único que puede tranquilizar mis ansias es un maldito cigarro. Justamente, eso es lo único que quiero hacer en este momento: fumar un cigarrillo más.


ree




 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


  • Icono social Twitter

Gracias totales!

MOKA 

bottom of page